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Luciano Laspina: “Es imposible que haya recuperación económica con el diseño actual del programa de Milei”
Luciano Laspina: “Es imposible que haya recuperación económica con el diseño actual del programa de Milei”
Luciano Laspina es uno de los economistas más validados por Mauricio Macri y el núcleo duro de Pro. Hasta las PASO de agosto, tuvo un rol clave en el espacio de Patricia Bullrich, en el que trabajó codo a codo con Federico Sturzenegger, autor del plan de desregulación que terminó aplicando Javier Milei. Ante el desconcierto político por el ascenso del libertario, Laspina prefirió mantenerse en un segundo plano. Pero, después de la media sanción a la Ley Bases y el paquete fiscal, el diputado nacional vuelve a la primera línea para defender las reformas estructurales que impulsa Milei. “No podemos conspirar contra lo que siempre intentamos”, remarca.
Destaca la efectividad del plan de ajuste de Luis Caputo para frenar la inflación, pero advierte que el Gobierno se acerca a un punto de inflexión por el shock recesivo. Por eso, sugiere “salir del esquema de transición”, eliminar el cepo cambiario y establecer el nuevo régimen monetario. “Es imposible que haya recuperación económica con el actual diseño del programa”, plantea.
–En el Gobierno hay optimismo por los resultados del primer trimestre. ¿Milei pisó gastos y licuó jubilaciones y salarios para llegar al superávit fiscal? ¿Es un plan sostenible?
–Las dos cosas son ciertas. Se pisaron gastos porque faltaba implementar reformas. Y, a mi juicio, buena parte de la consolidación fiscal es sostenible. Lo fundamental de la reducción del gasto es jubilaciones, tarifas y programas sociales. Probablemente, haya un rebote en los próximos meses en la obra pública y en las transferencias a las provincias, porque están en un piso insostenible. Estimo que tres de los cuatro puntos de recorte del gasto son sustentables. Cuando digo “sustentable” me refiero a que solo dependen de la voluntad política y de la austeridad del Gobierno, y que no están sujetos a posteriores reformas.
–Milei se jacta de que el plan Caputo frenó “una hiperinflación” que Sergio Massa le había dejado plantada. ¿Coincide?
–Sí. El plan Caputo tiene algunos méritos, como evitar una espiral de devaluación e inflación. Básicamente, lo hizo con una combinación de elementos ortodoxos –un ajuste fiscal muy fuerte– y heterodoxos –la continuidad del cepo cambiario–. De esta forma, generó la demanda para colocar deuda a bajas tasas de interés, con Bopreal y los títulos del Tesoro, que sirvieron para absorber pesos y, de esa forma, contraer la cantidad de dinero.
«No se va a recuperar la economía en el contexto del cepo cambiario»
–¿El “talón de Aquiles” de Milei puede ser la falta de ese plan para reactivar la economía?
–Es muy prematuro juzgar el gobierno de Milei a cinco meses de haber iniciado. La economía necesita pasar a una segunda etapa: salir de este esquema de transición e ir a un formato de largo plazo. Y en la medida que eso se demore, se va a postergar el inicio de la recuperación.
–¿Es improbable que haya una recuperación en forma de “V”, como plantea el Presidente?
–Puede haber en la medida que el Gobierno ponga todas las cartas sobre la mesa. ¿Qué quiero decir? Que explique cuál va a ser su régimen monetario y cambiario de largo plazo, sin control de capitales. Eso va a establecer reglas claras en términos de cuáles serán las señales de precios, tipo de cambio, tasa de interés y equilibrio de largo plazo.
–No obstante, Milei dijo que la economía se va a recuperar rápidamente. ¿Eso puede ocurrir con el cepo?
–Vamos a ver datos puntuales –un día sube, un día baja–, pero no se va a recuperar la economía en el contexto del cepo cambiario. Entonces, una vez que haya salido de esta etapa de transición discutiremos la forma de la recuperación, si es una “U” o una “V”. El esquema de transición evitó la espiral de devaluación e inflación, pero nos condena a una “L” hasta tanto no salgamos. Es una decisión que el Gobierno tiene que tomar. Y está esperando. Dicen que vamos a salir de este esquema, porque es transitorio. La pregunta es cuándo. A medida que pasa el tiempo, la relación costo-beneficio entre quedarse en este esquema y salir será cada vez menos beneficiosa para el Gobierno.
–¿Y qué riesgos concretos correría Milei si no saliera rápidamente del esquema de transición?
–El tipo de cambio se va atrasando más. No es algo que me desvele porque nadie sabe dónde está el nivel del tipo de cambio real de equilibrio. Pero si el tipo de cambio se atrasara más, podría haber más presiones a la hora de salir del cepo. El Gobierno espera y busca acumular más reservas líquidas, pero los exportadores no liquidan porque ven que el tipo de cambio se atrasa. Por lo tanto, el Gobierno se está enredando en su propio laberinto y tiene que salir rápido.
–¿Milei subestima el atraso cambiario? ¿Podría impactar en la liquidación de la cosecha y en la entrada de divisas?
–Es parte de las dificultades que tiene no poner sobre la mesa todas las cartas. Fue inteligente jugarle el póker al mercado en estos primeros meses de enorme inestabilidad, donde se esperaba más bien una hiperinflación que una deflación, como estamos viendo en algunos bienes. Pero insisto en que cada vez son más altos los costos de seguir con este esquema que los beneficios que le trajo el plan de transición.
«Si el tipo de cambio se atrasa más, puede haber más presiones a la hora de salir del cepo»
–¿Es clave que el FMI gire los fondos o que Milei consiga renovar el swap con China para eliminar el cepo?
–Depende para qué. Macri salió del cepo prácticamente sin reservas líquidas y con reservas netas negativas. Y lo hizo con la credibilidad que imponía un nuevo gobierno y la expectativa de un ancla fiscal que después se demoró. El Gobierno ya tiene eso, así que es exagerada la obsesión con recuperar el backing de reservas para poder salir del cepo. A nuestro gobierno, con Caputo y con Sturzenegger, se lo llevaron puesto con un montón de reservas. Lo que le va a dar credibilidad al peso no es tener más reservas ni los 15.000 millones de dólares del FMI, sino el ancla fiscal y el compromiso con la nueva emisión.
–¿Se necesita un reforma monetaria para lograrlo?
–Ahí es donde hay alguna diferencia entre Pro y el Gobierno. Nosotros creemos que hay que crear instituciones para recuperar la moneda nacional. Eso requiere un Banco Central independiente, con una política que defina objetivos e instrumentos muy claros. Es decir, se necesita una reforma de la carta orgánica del BCRA.
–¿No existe esa independencia entre Caputo y Santiago Bausili?
–Hay que ser y parecer. Las reglas del BCRA deben ser la prohibición de emisión para el fisco y de imponer el control de capitales. Hoy tenemos control de capitales, así que estamos lejos todavía de pasar esa etapa.
–Milei dice que ya “va a agarrar al BCRA”. ¿Teme que pueda cerrarlo en el futuro? ¿Es viable la dolarización?
–Con Milei siempre tuvimos una discusión respecto de cuáles son las herramientas necesarias para que la demagogia y el populismo no vuelvan a asaltar al Banco Central en el futuro. Ahora hay una contradicción o paradoja: al mismo tiempo que el Gobierno quiere estabilizar la moneda, el Presidente tiene en la cabeza la idea de que la moneda debe desaparecer en el futuro para que no sea manipulada por los políticos. Eso implica más costos que beneficios a largo plazo para la Argentina. Creo que, antes que eliminar la moneda nacional, que se necesita por varias razones, hay que tratar de blindarla del populismo. Después discutamos cómo se hace.
–Milei dijo que los salarios “ya le están ganando a la inflación”. ¿Es parte del relato o del apuro por exhibir resultados?
–Hay algunas paritarias que, por rezago indexatorio, empiezan a ganarle a la inflación. Eso pasa siempre, pero los salarios reales van a crecer el día que la economía se recupere y reaparezca el crédito. Y eso vuelva a iniciar la rueda de la recuperación.
–Alerta que el plan puede fallar si no da un segundo paso.
–El problema que tiene el plan Caputo es que fusionó las dos etapas de todo programa de estabilización. Primero, el reordenamiento de las variables, donde se acomodan las tarifas, el tipo de cambio, los precios relativos. Y una segunda fase en la que se lanza el plan de estabilización de las variables nominales. En ese momento se fija el tipo de cambio o la cantidad de dinero, y la economía se adapta a un nuevo régimen inflacionario. El plan Caputo es un híbrido, porque fusiona esas dos etapas. Esto lo hace muy recesivo al programa; y es su pecado original.
«Si se mantiene este esquema por más tiempo, podríamos entrar en una depresión»
–¿Este plan podría derivar en una depresión económica, como alertó Domingo Cavallo?
–Si mantiene este esquema por más tiempo, la economía no va a recuperarse y, por tanto, entraríamos en una depresión. Por eso, hay que salir a una segunda etapa, que el Gobierno viene postergando. Mi único punto es que cada vez hay menos beneficios y más costos de postergar la decisión.
–¿Podría haber un aumento del desempleo o una crisis social por ese shock recesivo?
–La pobreza, que venía en alza, aumentó más con la devaluación. Y el desempleo no sube más, básicamente, porque los salarios reales se pulverizaron. Podría haber problemas de desempleo si la economía no se recupera. Hay que salir del esquema de transición y el Gobierno debe hacerlo relativamente rápido. Hasta que no pasemos a esa segunda fase, la recuperación va a ser muy difícil.
–¿El Gobierno podría bajar la presión tributaria? Repone Ganancias y sostiene el impuesto PAIS.
–El Gobierno ha hecho una consolidación fiscal muy fuerte por el lado del gasto y una suba de impuestos asociada a PAIS, y ahora a la reposición del impuesto a las ganancias, con lo que básicamente van a tratar de compensar y hacer un puente para financiar la recesión de este año. De la misma forma que la moratoria y el blanqueo van a aportar fondos que permitirán financiar el hueco fiscal que genera la fuerte caída del nivel de actividad este año.
«Pro tendrá que buscar nuevos liderazgos que puedan, de alguna forma, ofrecerle a la sociedad algo distinto»
–¿Hay señales de alerta para los próximos meses?
–Milei, a mediano plazo, tiene que salir de este esquema y la economía se tiene que recuperar. Del lado de los ingresos, el Gobierno tiene una pata muy débil en 2025 porque se pierden casi dos puntos del PBI entre la caída del impuesto PAIS y la menor recaudación que habrá este año por el blanqueo y la moratoria. Compensar esos dos puntos va a requerir que la economía crezca fuertemente.
–¿Será un reto complicado para Milei?
–Este es el gran punto. El desafío fiscal del Gobierno, después de haber hecho un gran esfuerzo por el lado del gasto, es consolidar la recuperación. Y tener una recuperación es algo muy probable porque las reformas están bien orientadas y el ancla fiscal es correcta, pero depende de que el Gobierno ponga sobre la mesa la salida del cepo y el nuevo régimen monetario en la economía.
«Podría haber problemas de desempleo si la economía no se recupera»
–Respecto de la cuestión tributaria, ¿debería eliminar los regímenes especiales, como es el caso de Tierra del Fuego? La oposición incluyó un artículo sobre este tema en el debate de la Ley Bases.
–Sí, hay una discusión pendiente en ese punto. O sea, tenemos que revisar todos los regímenes especiales que hay y los incentivos fiscales a la luz de las prioridades que tenemos hoy. Es un país que tiene 60% de pobreza infantil y subsidia a grandes empresas que están absolutamente consolidadas. Hay que poner todo sobre la mesa, desde Tierra de Fuego hasta Mercado Libre.
–¿Milei debe aprovechar el apoyo de los dialoguistas a las reformas?
–El acuerdo programático implícito entre Pro y Milei es que las reformas que impulsa el Gobierno son básicamente las nuestras. Yo tuve en esta misma oficina una reunión en mayo del año pasado con Federico Sturzenegger para evaluar el paquete de desregulación. En agosto del año pasado presenté el régimen de protección de inversiones, ahora llamado RIGI, en la Bolsa de Comercio de Córdoba. Entonces, en la agenda de reformas, el apoyo es total. Creo que respaldo del Congreso refleja una novedad: el cambio que apostó a salir del modelo kirchnerista obtuvo el 54% de los votos en octubre del 2023, contra 36% de continuidad, que fue Massa. En 2015, Macri había sacado el 34% y la continuidad, que eran Scioli más Massa, el 58%.
«Es bueno que el gobierno tenga cintura política en la medida que no se aleje de hacer las reformas»
–¿No hay diferencias entre Pro y LLA sobre el manejo político?
–Quizá nuestra estrategia parlamentaria iba a ser muy distinta. Íbamos a poner el foco desde muy temprano en la ley de inversiones, en la reforma laboral, en el paquete fiscal y, después, íbamos a trabajar las cuestiones sectoriales de regulación a través de un DNU. Esas eran mis discusiones con Patricia y Sturzenegger durante el año pasado. El Gobierno tomó otro camino y eso demoró un poco la sanción de las medidas, pero, afortunadamente, se ha avanzado.
–El Gobierno adoptó una actitud gradualista ya sea por la tolerancia social al ajuste o los límites del Congreso. ¿Milei se topó con la realidad?
–Para muchos, la sorpresa ha sido que el apoyo social se mantiene muy alto. Después, obviamente, aparecen problemas de todo tipo en la gestión. Milei tiene la suerte de tener en la oposición a una coalición proreformas que, por ejemplo, el gobierno de Macri no tuvo. Y eso le facilita la gobernabilidad. El parlamento es el reflejo de una sociedad que, masivamente, votó a favor dinamitar el modelo kirchnerista y probar con algo distinto.
–Caputo dijo que postergan subas de tarifas porque la prioridad es “bajar la inflación y no cargar con gastos a la clase media”. ¿Esa decisión revela preocupación?
–Es que el Gobierno está lidiando con el pecado original del plan Caputo, que es la idea de intentar bajar la inflación al mismo tiempo que se reacomodan los precios relativos. Entonces, esto genera no solo recesión, sino una tensión política en el Gobierno, que está obligado a mostrar que la inflación baja de manera sistemática.
–El Gobierno cedió ante la presión de la CGT y no tocó los recursos sindicales en la reforma laboral. ¿Milei debe hacer equilibrio y negociar ante las presiones?
–Hasta hoy ha sido mucho más hábil de lo que muchos suponían. Me parece bien que el Gobierno tenga cintura política para ir navegando en las presiones, en la medida que no se aleje de su objetivo, que es hacer las reformas. La Ley Bases incluye un conjunto de reformas inéditas para la Argentina que van a aumentar la tasa de crecimiento en largo plazo en la economía, como la ley de inversiones; la reforma laboral, la desregulación o las privatizaciones.
–¿Lamenta que la reforma laboral no haya sido integral?
–Lo fundamental era mejorar las normas de contratación y bajar los pasivos laborales contingentes que tenían las empresas. Después, la organización sindical, el mercado de salud y las obras sociales son discusiones micro que pueden esperar.
–¿Por qué votó en contra de reponer el capítulo del tabaco, una discusión que estuvo cruzada por el lobby del sector?
–La posición de Pro siempre fue tratar esta reforma, pero el Gobierno optó por retirar todos los capítulos sectoriales que tenía la ley: limón, azúcar, pesca, biocombustibles, tabaco y hasta hicieron modificaciones en hidrocarburos. En general, esa fue la opción para no tener problemas ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado. Y, como votamos monolíticamente con el Gobierno, apoyamos esa decisión.
–Milei dijo que el Estado presente se terminó. ¿Le preocupa el fundamentalismo del Presidente o su visión anarcocapitalista?
–En general, me incomodan las visiones extremas, porque la realidad se mueve en un punto medio. Compartimos las banderas del capitalismo, de la empresa privada como motor del crecimiento y de la recuperación del equilibrio fiscal. El resto de los condimentos ideológicos son parte del folclore de la política, pero que, a los fines de construir un país, son cuestiones de segundo orden.
–¿Cuál debe ser el rol del Estado en la reactivación? ¿Locomotora o sostén?
–El Estado no tiene que estar para dirigir precios o para hacer crecer la economía, sino para evitar inequidades, injusticias y, sobre todo, para nivelar la cancha. Eso se hace con una educación de calidad, una justicia independiente y con una moneda estable que provea estabilidad. Esta idea de la Argentina perdió el rumbo y se fue a un extremo con el kirchnerismo, cuando hasta para poner un kiosco había que pedirle permiso a un funcionario. Eso destruyó la iniciativa privada, los incentivos a la inversión, a la creación de empleo y, por supuesto, aniquiló el crecimiento.
«El plan de Caputo fusiona dos etapas de un programa de estabilización; eso lo hace muy recesivo, es su pecado original»
–¿Milei no se fue al otro extremo del kirchnerismo y hace populismo de derecha?
–Yo separo el discurso de la gestión. El Gobierno heredó una situación dramática y estuvo obligado a tomar un montón de medidas. Y ha impulsado un conjunto de reformas que se necesitaban para crecer. Quedan muchas pendientes, como salir del cepo, implementar la desregulación económica y abrir la economía. Hasta ahora, en esa última materia, donde el Gobierno ha mostrado mucho menos apuro.
–¿Hay falencias en la gestión o en la implementación de las medidas? Mencionaba el caso de la desregulación.
–Bueno, te pongo un ejemplo. Con el DNU, el Gobierno derogó el Código Aduanero. Perfecto, porque tenía una arquitectura pensada para cerrar la economía. Pero eso lo podría haber hecho simplemente derogando las miles de resoluciones del Ministerio de Economía que son las que implementan el Código de Aduanero. Entonces, hoy nos encontramos con una paradoja: ya se reformó el Código de Aduanero, pero la economía sigue tan cerrada como antes.
–¿A qué atribuye el conflicto con las prepagas? ¿Falta de planificación o giro pragmático?
–Hay inconsistencia entre lo que es la regla cambiaria y todo el acomodamiento de precios que tiene que hacer la economía y el grado de indexación que hay. Eso es lo que el Gobierno tiene que solucionar en la segunda etapa. Yo noto una buena dupla en el Gobierno, entre la visión más ideológica que plantea el Presidente y la mirada mucho más pragmática de Caputo. Eso ha funcionado hasta ahora.
–¿Milei hizo un ajuste poco sofisticado? Por caso, los recortes a las universidades provocaron una marcha multitudinaria.
–El Gobierno hizo lo que pudo con el gasto. Fue recortando y corrigiendo a medida que aparecían los problemas. Creo que nos merecemos un debate profundo sobre cómo se deben financiar las universidades y cómo se deben gestionar, pero lo que no debe perderse es el ideario de clase media aspiracional y movilidad social ascendente que implica la universidad pública para todos los argentinos. Ahora las universidades no pueden ser ni una caja de la política, ni un instrumento de militancia política. El Gobierno ha dicho no voy a desfinanciar esto, pero sí lo voy a controlar. Me parece bien.
–¿Pro puede perder identidad si no se diferencia de Milei?
–La política se construye a partir de los liderazgos. Y Pro tendrá que buscar nuevos liderazgos que puedan, de alguna forma, ofrecerle a la sociedad algo distinto. Lo que no podemos hacer es, en el altar de la diferenciación política, conspirar contra las reformas que nosotros siempre propusimos y que intentamos.
Fuente: Matías Moreno
Cuatro reglas claras para recuperar la moneda nacional
Cuatro reglas claras para recuperar la moneda nacional
Una moneda estable es una de las principales instituciones económicas sobre la que se asienta el progreso material de una nación. A su altura aparecen otras instituciones fundamentales para el desarrollo de una economía capitalista, como la propiedad privada, el respeto de las leyes, la libre empresa y la libertad individual. Sin moneda no hay ahorro y sin ahorro no hay crédito ni inversión ni crecimiento.
Tener una moneda estable exige contar con instituciones monetarias y fiscales diseñadas para asegurar la estabilidad de precios en el largo plazo. En los países modernos, la institución monetaria por excelencia es el banco central. Su función es precisamente regular la cantidad de dinero en la economía. Los primeros bancos centrales nacieron en el siglo XVII como bancos de capital privado, con el principal objetivo de regular la cantidad de dinero y para lidiar con el problema de la múltiple acuñación de monedas, ya que en aquellos tiempos el mundo funcionaba con un sistema de monedas privadas en competencia similar al que muchos años después promovería el economista Friedrich Hayek.
Durante el siglo XIX y principios del XX, los países giraron al monopolio estatal de la emisión de dinero, avanzando gradualmente hacia un sistema de “patrón oro”. Los bancos centrales pasaron a ser mayormente de propiedad estatal. Desde entonces, la cantidad de dinero es administrada monopólicamente por los gobiernos, en lugar de ser suministrada por bancos privados descentralizados. Pero con el paso del tiempo los gobiernos descubrieron que podían “usar el banco central” para otros destinos que no fueran “administrar la cantidad de dinero en función del volumen real de los negocios”, como rezaban las primeras actas constitutivas. Y así nació la política monetaria, que es el uso de la cantidad de dinero o la tasa de interés para influir positiva o negativamente sobre el nivel de actividad y empleo. No es que la inflación no haya existido antes, porque ciertamente es un fenómeno presente en varias etapas de la humanidad, pero las grandes inflaciones y las hiperinflaciones con dinero fiduciario son un fenómeno del siglo XX. El Banco de Inglaterra fue el precursor de otro objetivo clave de los bancos centrales: ser prestamista de última instancia del sistema bancario.
A los economistas y a los políticos les tomó casi un siglo aprender las lecciones de economía monetaria y bancaria que ayudaron al diseño de los bancos centrales modernos. Hacia principios del siglo XXI, la inflación era un fenómeno en extinción con excepción de unos pocos países, la Argentina entre ellos.
Una de las principales lecciones aprendidas es que una moneda estable requiere un banco central con objetivos e instrumentos claros y con autonomía política y operativa para hacer su trabajo. Su ley constitutiva, o carta orgánica, es el “santo grial” de la estabilidad monetaria. Allí se establecen las reglas con las que puede operar la entidad rectora del sistema financiero. Esas normas vertebran la política monetaria, sus objetivos e instrumentos y el grado de independencia de sus autoridades respecto del gobierno y el fisco. Según cómo se escriba la ley del banco central se puede construir una moneda estable o una hiperinflación.
Muchos países escribieron esas reglas en la Constitución nacional. Es una forma elegante de “cerrar la jaula y tirar la llave al río”, dotando a sus bancos centrales de independencia y autonomía, y prohibiendo la financiación de los déficits fiscales. Algunas regiones y países tan disímiles como la Unión Europea, Brasil, México, Colombia, Chile, Perú, Alemania, Suecia, Suiza, la República Checa, Sudáfrica y Filipinas, entre otros, modificaron sus Constituciones para establecer reglas monetarias y fiscales. Más aún, muchos escribieron en su Constitución nacional… ¡la prohibición de imponer “cepos cambiarios”! Un hecho que para muchos economistas locales sería considerado una herejía.
Pero en la Argentina, abrir “la caja de Pandora” de una reforma constitucional no es una opción disponible. Al menos en el corto plazo. Este obstáculo político-institucional es, a fin de cuentas, el argumento más fuerte que esgrimen los promotores de la dolarización, porque para ellos la dolarización es considerada una “decisión irreversible”. Esa afirmación es casi un dogma de fe que deja sin explicar por qué no fue irreversible en la Argentina en 2002 o en Zimbabue en 2019. Ambos países, 10 años después de imponer regímenes dolarizados o lisa y llanamente la dolarización total, terminaron “pesificando” brutalmente sus economías por los problemas deflacionarios asociados a la fijación cambiaria, que es la contracara del problema inflacionario asociado a los abusos de “la maquinita monetaria”.
Puesto en palabras sencillas: la dolarización es la “solución nuclear” al problema de la inflación. Y la pesificación es la “solución nuclear” al problema de la deflación que, tarde o temprano, genera la dolarización.
Como explicamos en el capítulo 1 del libro Desenredar la Argentina, cuando Domingo Cavallo impulsó la ley de convertibilidad lo hizo pensando en cómo entrar, pero también en cómo salir. Lamentablemente, se fue antes de concretar su obra, que consistía en crear una moneda patrón-dólar como paso previo a recuperar una moneda fiduciaria, de libre flotación.
Salir del desastre actual no será sencillo. Reconstruir la moneda nacional requerirá fundar una nueva institución monetaria dotada de reglas claras. Para esto se precisa una nueva carta orgánica del Banco Central con cuatro ejes fundamentales: 1) misión. Su misión primaria y fundamental debe ser preservar el valor de la moneda y la estabilidad financiera, como ocurre en la mayoría de los bancos centrales del mundo. 2) Autonomía. Sus autoridades deben ser designadas y removidas con acuerdo del Senado de la Nación. En la versión actual, que rige desde la carta orgánica de 1992, sus autoridades están “a tiro de decreto” del Poder Ejecutivo. 3) Prohibición de emisión para el fisco. El Congreso de la Nación debe prohibir el financiamiento monetario para el fisco. Es decir, sacarle “la maquinita” a la política. 4) Prohibición de imponer un “cepo cambiario”. En la propia carta orgánica del banco central debe prohibirse la imposición de “controles a la salida de capitales”. El banco central tendría como obligación garantizar “el libre acceso de las personas humanas y jurídicas a monedas extranjeras y a activos denominados en otras monedas”. Así lo hicieron Chile y Perú, entre otros. Su incumplimiento debería ser causal de remoción del directorio y tipificado como un delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Las reglas que rigen el Banco Central ciertamente influyen en los resultados a corto plazo. ¿Pero qué podemos hacer para evitar el retorno del populismo fiscal y monetario en el largo plazo? La primera condición para la perdurabilidad de las reglas es su éxito y, por tanto, su capacidad para adaptarse a circunstancias cambiantes. Si las reglas que proponemos se aplican, seguramente serán exitosas como lo fueron en otros países. Entonces, a su debido tiempo, las nuevas reglas deben plasmarse en una reforma constitucional que proteja al país de “los cantos de sirena” del populismo, dotando a la Constitución nacional de reglas fiscales y monetarias.ß
Laspina es Director Ejecutivo del Centro de Estudios para el Progreso (CEPP); Ardiles es Director de Asuntos Legales y Monetarios del CEPP.
Fuente: La Nación
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La receta del principal referente económico de Patricia Bullrich: ¿dolarizar o reconstruir la moneda nacional?
La receta del principal referente económico de Patricia Bullrich: ¿dolarizar o reconstruir la moneda nacional?
“Desenredar la Argentina” (Sudamericana) es el nuevo libro de Luciano Laspina, diputado nacional y asesor de la precandidata de Juntos por el Cambio. Extractos del capítulo “Instituciones para recuperar la moneda”
¿Dolarizar o reconstruir la moneda nacional?
El fracaso del Estado en la Argentina es abrumador. El Estado argentino ha fallado en proveer educación de calidad, salud, seguridad, infraestructura y, como no podía ser excepción, en proveer el servicio público de estabilidad monetaria y financiera, que es la razón por la que se crearon en el mundo los bancos centrales. Nadie discute que el Estado argentino es un fracaso total, pero pocos —en su sano juicio— proponen «eliminar el Estado» como forma de solucionar sus fallos, ni mucho menos volver a vivir en comunidades feudales o en organizaciones tribales.
El Estado argentino hace cosas que no son propias de su función esencial —como tener una empresa de energía para importar gas, una empresa de aviación o una petrolera— y hace mal las que son inherentes a su razón de ser: la seguridad, la justicia, la defensa, la educación, la salud y la moneda. En los países en los que el Estado funciona razonablemente bien, los bancos centrales proveen servicios razonablemente buenos de estabilidad monetaria y financiera que permiten que los ciudadanos ahorren, planifiquen e inviertan.
El Estado moderno y el sistema democrático son la expresión pura del liberalismo político. Representan el triunfo de la razón sobre la fuerza, el imperio de la ley sobre el caos y la anarquía y —se supone— de la libertad sobre la opresión. Con matices, así funcionan los países «a los que nos queremos parecer» y que han logrado crecer, desarrollarse y vivir en libertad. El fracaso del Estado argentino es el fracaso de la política argentina. Y solo se solucionará políticamente, no con recetas mágicas. Con la moneda pasa algo parecido.
En todos los países que atravesaron crisis inflacionarias o hiperinflacionarias, el debate de política económica se divide en dos vertientes: la que propone eliminar la moneda nacional y dolarizar la economía, y la que propone estabilizar el peso como paso previo a la reconstrucción de una moneda nacional. Así ocurrió en la Argentina a lo largo de la década de los 80. En aquellos años, los economistas del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA), dirigidos por Carlos Rodríguez y Roque Fernández, lideraron el debate sobre dolarización, convertibilidad y estabilización.
Ese mismo debate se da por estos días como un déjà vu. Una pregunta que debemos hacernos es por qué los países que han sufrido altísimas inflaciones en el pasado no optaron por la dolarización. Y por qué no existen países de ingresos medios dolarizados. Hay varias razones que lo explican.
Primero, la dolarización está desaconsejada en países con alta variabilidad de ingresos en dólares. La Argentina es básicamente un país exportador de materias primas agrícolas y, en el futuro cercano, también energéticas. Como ocurre con los sistemas de tipo de cambio fijo, la dolarización amplifica los shocks reales. Cuando el flujo de dólares es positivo, la cantidad de dinero crece amplificando la expansión económica y el aumento de los precios domésticos. Y lo contrario ocurre cuando el flujo de dólares se hace escaso, la cantidad de dinero baja y se agudiza la recesión y la deflación. Así, se amplifica el boom de actividad y precios durante la fase expansiva del ciclo de commodities, y el de la recesión y la deflación durante la fase contractiva.
En los países en los que el Estado funciona razonablemente bien, los bancos centrales proveen servicios razonablemente buenos de estabilidad monetaria y financiera
Los países exportadores de materias primas se caracterizan por una amplia variabilidad de sus ingresos en dólares. Argentina está en ese club de países y lo seguirá estando por mucho tiempo por buenas razones, debido al enorme potencial agroindustrial, minero y energético que tiene nuestro país. Los recursos naturales deberían ser «una bendición» para la economía. Pero nada puede evitar que los precios internacionales fluctúen (y mucho) a lo largo del tiempo. Y para eso hay que estar preparados.
Lo mejor en países como el nuestro es contar con cierta flexibilidad cambiaria (no mucha, un poco) capaz de «amortiguar» los shocks positivos y negativos. Con tipo de cambio fijo, como implica una dolarización, viviríamos en una montaña rusa: cuando la soja sube somos Gardel y cuando baja somos De la Rúa. Argentina ya vivió este calvario (…).
¿Cuándo es «óptimo» dolarizar? El economista Robert Mundell desarrolló el concepto de «áreas monetarias óptimas» para definir las situaciones en las que se justifica tener una moneda común entre varios países o regiones. La unificación monetaria es recomendable cuando existe una elevada integración política y cultural, necesaria para que haya una amplia movilidad de los factores de producción, y/o cuando las economías tienen shocks sincronizados. Por ejemplo, si en la provincia de Salta hay una sequía que deja sin trabajo a los recolectores de tabaco, forzando a una recesión en esa provincia, es posible que una parte de sus trabajadores puedan migrar a cosechar uvas en Mendoza o buscar trabajo en la construcción en el Gran Rosario. Lo mismo puede decirse de los trabajadores dentro de la Unión Europea. Pero si la soja baja en Argentina y genera una recesión, no es posible que los trabajadores desempleados puedan emigrar a Estados Unidos a buscar trabajo. De la misma forma, los shocks que sufren las economías latinoamericanas, como la Argentina, suelen ser bastante distintos de los que enfrentan los Estados Unidos o Europa. Esto hace «subóptimo» la unificación monetaria que implicaría una dolarización unilateral.
Otro punto que desincentiva la dolarización de las economías es la ausencia de un prestamista de última instancia para el sistema financiero. Bajo dolarización, el sistema bancario de encajes fraccionarios se queda sin prestamista de última instancia para los depósitos locales en dólares, como le pasó a la Argentina 2001 y a Islandia 2008, cuando debieron imponer un corralito para frenar la corrida de depósitos en dólares y en euros, respectivamente. La dolarización elimina la función de prestamista de última instancia que cumplen los bancos centrales para evitar corridas de depósitos. Aunque esa función no alcanza para evitar las crisis de solvencia, a veces sirve para evitar las crisis de liquidez producto de las «profecías autocumplidas» y del «pánico bancario». Nuestro país tiene un sistema de «encajes fraccionarios». Eso implica que hay un multiplicador del crédito que crea dinero con el respaldo de los activos bancarios, los préstamos. Pero lo hace con un descalce temporal. Por eso cayó el sistema bancario argentino en 2001 y por eso cayó el sistema bancario de Islandia en 2008. La Banca Simons exige encajes legales del 100% para los depósitos como forma de anular el multiplicador del crédito, que es lo que genera el descalce de plazos y el riesgo de corridas. Pero saca a los bancos del proceso de intermediación del ahorro al crédito. En la práctica, implica que las empresas grandes y pequeñas o las familias que buscan un crédito deberían emitir deuda en el mercado de capitales. Quizá por eso ningún país del mundo tiene una Banca Simons (…).
En un país como la Argentina, la dolarización no puede descartarse por completo, ya sea por voluntad propia o por razones de fuerza mayor. Los países que la aplicaron lo hicieron bajo situaciones de altísimo estrés monetario y en medio de una hiperinflación. Fue el caso de Ecuador y Zimbabue. Si ocurre, la dolarización funcionaría mucho mejor si se contase con un «fondo fiscal anticíclico» capaz de amortiguar el impacto en la actividad y en las cuentas fiscales de un aumento y una caída de los precios de exportación. Como tiene Chile con su empresa estatal de cobre. Pero si fuésemos capaces de generar ahorros en las épocas de «vacas gordas» para gastarlos en las de «vacas flacas», ¡no tendríamos un problema fiscal ni inflacionario y tampoco tendría sentido la dolarización!
En un país como la Argentina, la dolarización no puede descartarse por completo, ya sea por voluntad propia o por razones de fuerza mayor
El principal problema de la economía argentina es la política fiscal, y su dominio sobre la política monetaria. Su resultante, la tasa de inflación, es el «embudo» en donde convergen los desequilibrios del Estado. Los pocos países que aplicaron una dolarización lo han hecho para frenar hiperinflaciones, más que para forzar un ajuste fiscal. Pero eliminando la moneda se elimina el «impuesto inflacionario» y los países deben financiar sus déficits con deuda en el mercado. Eso limita el desorden fiscal pero no lo elimina. Otra vez, Ecuador es un ejemplo de un país dolarizado que volvió a incurrir en defaults y reestructuración de su deuda junto con pedidos de asistencia financiera al FMI. No se libró del populismo, pero sí de la inflación. Y eso no es poco. Pero tampoco tiene estabilidad macroeconómica, porque está sujeto a una gran volatilidad de precios internacionales que afectan su economía amplificando el ciclo, y a un contexto convulsionado por la indisciplina fiscal.
Esto último está en línea con nuestra tesis, que sostiene que la indisciplina fiscal es independiente de la existencia o no de un banco central. ¿Qué pasa cuando el Estado no ajusta las cuentas fiscales en países dolarizados? Aparecen las cuasimonedas, los defaults, la represión financiera y los riesgos de pesificación o desdolarización. El problema puede terminar siendo aún más grave. Y este es el punto central.
Nadie tiene la «verdad revelada». En nuestra opinión, la Argentina debería dejar de ser un país excéntrico por su populismo anacrónico y su historia inflacionaria. Pero tampoco convertirse en una isla sin moneda y sin Estado. Eso sería pasar de un extremo al otro para seguir alimentando el mito de la excepcionalidad argentina. Otra vez el atajo. Pan para hoy y hambre para mañana. Para justificar nuestra visión, quizás ayude entender en qué punto se conectan los extremos. La pesificación de la economía en 2002 fue la «solución nuclear» al problema deflacionario causado por las dificultades del «patrón cambio-dólar» de la Convertibilidad. En el otro extremo, la dolarización de la economía es la «solución nuclear» al problema inflacionario. Eliminaría la inflación junto con la moneda. Es «tirar al niño junto con el agua», como reza el dicho popular alemán.
Si fuésemos capaces de generar ahorros en las épocas de «vacas gordas» para gastarlos en las de «vacas flacas», ¡no tendríamos un problema fiscal ni inflacionario y tampoco tendría sentido la dolarización!
Sus defensores seguramente contraatacarán diciendo que «muerto el perro, se acabó la rabia». El problema es que el perro puede revivir en el futuro convertido en un león de Nemea, si un shock suficientemente importante crease una crisis tal que genere las condiciones políticas para retornar al otro extremo, la pesificación.
Además de la Argentina, existen otros casos de desdolarización compulsiva en donde la inflación retornó con renovada virulencia. El caso de Zimbabue es el más reciente, un país en el sur de África rico en recursos naturales. En medio de una brutal hiperinflación, en el año 2009 el Gobierno se vio forzado a eliminar la moneda local y darle curso legal al dólar y a otras monedas extranjeras. Al principio, el crecimiento se aceleró y la inflación desapareció. En el año 2010 la inflación fue del 3,02% anual y en 2011 del 3,47% anual, en tanto que la inflación en los Estados Unidos fue del 1,64% y del 3,16%, respectivamente. Pero el país había impulsado apenas una medida de naturaleza monetaria. Hacia 2014, existían 8 monedas de curso legal: el dólar americano, el rand sudafricano, la pula de Botsuana, la libra esterlina británica, el dólar australiano, el yuan chino, la rupia india y el yen japonés. Lo que se dice una verdadera competencia de monedas que alimentó un gran negocio de falsificación de billetes. Las cuentas fiscales no mejoraron, la corrupción continuó sin pausa y las reformas económicas brillaron por su ausencia. 10 años después, en junio de 2019, en medio de una profunda crisis el gobierno «prohibió» las monedas extranjeras y declaró el «dólar zimbabuense» como única moneda de curso legal. La inflación trepó al 255 % en 2019 y al 557% en 2020. En 2022, la inflación fue «apenas» del 244%. Al igual que en la Argentina después de la pesificación, en Zimbabue el perro retornó convertido en un león de Nemea.
¿Qué lecciones pueden extraerse de Argentina y Zimbabue? Primero, que los arreglos nominales no solucionan los problemas reales. Segundo, que ningún arreglo monetario es un antídoto infalible contra el populismo. Y tercero, que no existe tal cosa como «la irreversibilidad de las políticas».
La indisciplina fiscal es independiente de la existencia o no de un banco central
La pesificación compulsiva y la dolarización de jure son medidas «extremas» unidas por un hilo invisible: es tan irresponsable generar un incendio social en el presente como apagarlo con una sustancia capaz de provocar una explosión mayor en el futuro.
En síntesis, la teoría económica y la experiencia histórica nos sugieren que la dolarización es un atajo tentador, pero riesgoso. Como veremos luego, hay otro camino más arduo pero provechoso y posible que consiste en equilibrar las cuentas públicas e impulsar un conjunto de reformas para reconstruir la moneda nacional (…).
Nuevas reglas para una nueva moneda.
Reconstruir la moneda nacional requerirá de una nueva institución monetaria dotada de reglas claras. La Carta Orgánica de un nuevo banco central debería incluir las reglas que han logrado recuperar la estabilidad en países con una larga historia de inflación crónica. Las reglas más importantes pueden separarse en varios capítulos, buscando una síntesis entre lo ideal, lo sostenible y lo posible y en base a la experiencia de países vecinos con historias monetarias similares a la argentina, que lograron tener monedas estables.
Objetivos del Banco Central
La misión primaria y fundamental del Banco Central debe ser preservar el valor de la moneda y la estabilidad financiera. Los objetivos de estabilidad monetaria y financiera son la regla general en los bancos centrales del mundo. El objetivo de empleo (o dual mandate) existe en algunos bancos centrales, pero que suelen disfrutar de mucha más reputación (…)
Autonomía del Banco Central
En la Carta Orgánica del BCRA, queda muy claro su falta de autonomía. En el artículo 1 define al banco como una «entidad autárquica» en lugar de «autónoma». El artículo 3 fija «el banco tiene por finalidad promover, en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social». La redacción es críptica y deja bastante indefinido la forma y el grado de coordinación y sometimiento a las políticas del Gobierno nacional. El artículo 4 inciso f establece que «el Banco Central debe ejecutar la política cambiaria en un todo de acuerdo con la legislación que sancione el Honorable Congreso de la Nación». Esto está en línea con nuestra posición. Pero claramente ha sido una materia delegada, ya que ninguna medida cambiaria de ningún tipo ha sido aprobada por el parlamento, ni siquiera informada ante la comisión bicameral de seguimiento del BCRA (…).
Es tan irresponsable generar un incendio social en el presente como apagarlo con una sustancia capaz de provocar una explosión mayor en el futuro
Financiamiento al fisco
Con respecto al financiamiento monetario al fisco, la Carta Orgánica del BCRA establece límites laxos para efectuar «adelantos transitorios al Tesoro» en su artículo 20. En Chile, la Carta Orgánica limita las operaciones que el Banco Central puede realizar en su artículo 27 y dice expresamente que «ningún gasto público o crédito podrá financiarse con créditos directos o indirectos del banco», excepto en caso de guerra o peligro de ella, que calificará el Consejo de Seguridad Nacional mediante oficio secreto. También están prohibidos los créditos para bancos ni adquirir documentos emitidos por el Estado, sus organismos o empresas. Solo «en situaciones excepcionales y transitorias determinadas por el Consejo mediante acuerdo fundado, adoptado con el voto favorable de al menos cuatro consejeros, podrá, cuando así lo requiera la preservación del normal funcionamiento de los pagos internos y externos, comprar durante un período determinado en el mercado secundario abierto, para fines de provisión de liquidez, instrumentos de deuda emitidos por el fisco».
En Argentina, el Banco Central ha creado recientemente una «nueva ventanilla» para financiar al fisco, que consiste en la recompra sin límites de títulos públicos del Tesoro Nacional en el mercado. La derogación de los límites de respaldo del peso en oro y divisas dejaron sin restricción alguna al BCRA para imprimir billetes contra títulos del Gobierno.
Una futura reforma debería comenzar por derogar el artículo 20 de la Carta Orgánica, eliminando los adelantos transitorios ordinarios y extraordinarios. Las reformas que se hicieron para otorgar adelantos transitorios terminaron convirtiendo la excepción en la regla. Lo que debía ser un mecanismo para situaciones puntuales, se convirtió en una excusa para el financiamiento desmedido del déficit fiscal. Por esto mismo, deberían reincorporarse los límites a la tenencia de títulos públicos como porcentaje de las reservas internacionales que regían en la Carta Orgánica del año 1992. Así, el Banco Central mantendría la posibilidad de efectuar operaciones de mercado abierto por motivos de regulación monetaria, sin que eso se convierta, como ocurre hoy, en una forma indirecta de financiamiento monetario al fisco.
En Chile, la Carta Orgánica limita las operaciones que el Banco Central puede realizar y dice que «ningún gasto público o crédito podrá financiarse con créditos directos o indirectos del banco», excepto en caso de guerra o peligro de ella
Además, debería quedar expresamente prohibido al directorio del Banco Central aceptar operaciones de canje de reservas por títulos del Tesoro Nacional. La aceptación de este tipo de operaciones de canje debería ser causal de remoción de los directores que hayan otorgado su consentimiento.
A lo largo de la historia, el Poder Ejecutivo ha aprovechado las ambigüedades de la Carta Orgánica o las condiciones económicas de emergencia para el uso de las reservas como mecanismo de financiamiento directo o indirecto. Sucedió en gobiernos de facto (en 1972, por citar un ejemplo) y democráticos (entre 2005 y 2015, por citar otro ejemplo). Ello condujo a una erosión permanente del balance del BCRA, con la consiguiente pérdida de reservas a cambio de títulos, en muchos casos intransferibles y no negociables.
Imponer la prohibición de estas operaciones y determinar que, de realizarse, configuren causal de remoción del directorio, sería algo novedoso en nuestro ordenamiento jurídico y monetario. Esto podría cambiar radicalmente los incentivos de las autoridades del Banco Central que quieran o se sientan forzados a actuar en connivencia con el gobierno de turno.
Formulación de la política monetaria
La formulación de la política monetaria debería estar a cargo de un Comité de Política Monetaria (CoPoM) cuyos miembros sean definidos entre el presidente del banco y sus directores en la nueva Carta Orgánica. Sobre este comité recaería el mandato y la responsabilidad de ejercer la determinación de la política monetaria en cumplimiento de sus dos objetivos: estabilidad de precios y estabilidad financiera. El Comité de Política Monetaria sería el encargado de: (i) determinar la tasa de interés de referencia; (ii) fijar los instrumentos de absorción monetaria y sus respectivas tasas de interés; (iii) determinar la oferta de base monetaria como forma de regular la cantidad de dinero o las tasas de interés; (iv) determinar las reglas de intervención cambiaria, de existir alguna, en el mercado único y libre de cambios de conformidad con la consistencia entre objetivos e instrumentos.
En la Argentina, una reforma monetaria debería prohibir en la propia Carta Orgánica del Banco Central la imposición de controles de capitales
Este último punto permite salvar el limbo legal que ha rodeado las responsabilidades respecto de la definición del régimen monetario-cambiario. Básicamente, la reforma establecería que el «arreglo monetario-cambiario» es resorte exclusivo del Banco Central para el logro de su objetivo de estabilidad monetaria. De esta forma, se lo sacaría completamente del ámbito de decisión del Poder Ejecutivo Nacional.
El CoPoM estaría integrado por el presidente del banco, sus vicepresidentes 1.º y 2.º y un director a elección entre el resto de los miembros del Directorio, con probada idoneidad en política monetaria. También podría contar con un representante del ministerio de Economía, con voz y sin voto.
El representante del ministerio de Economía debería informar trimestralmente al CoPoM: i) los movimientos de entradas y salidas de la Tesorería General de la Nación; ii) el detalle de la recaudación de recursos en efectivo y producto del crédito, iii) los gastos comprometidos, conforme lo permita la contabilidad pública; y iv) el estado de la deuda consolidada y flotante, tanto interna como externa. El incumplimiento de estas obligaciones debería ser una causal de remoción, ya que el Ministerio de Economía debería proveer toda la información necesaria para la toma de decisiones del CoPoM.
Prohibición de los controles de cambios
En la Argentina, una reforma monetaria debería prohibir en la propia Carta Orgánica del Banco Central la imposición de controles de capitales. Y en caso de aplicarse, deberían ser causal de remoción del directorio.
Se necesita crear una nueva institución monetaria. Un nuevo Banco Central con reglas que aseguren la estabilidad monetaria y la libre convertibilidad de la moneda nacional
De esta forma, la Carta Orgánica sancionada por ley del Congreso Nacional debería prohibir expresamente el uso de controles de cambios (al menos a la salida de capitales). El Banco Central tendría como obligación garantizar el libre acceso de las personas humanas y jurídicas a monedas extranjeras y a activos denominados en otras monedas. Es decir, estaría obligado a garantizar la libre convertibilidad de la moneda nacional. Así lo hizo Chile, que decidió abordar el problema del control de cambios con una medida drástica: la Carta Orgánica chilena reconoce el derecho de los individuos a efectuar libremente operaciones de cambios internacionales. Este debería ser el modelo a seguir como forma de eliminar el huevo de la serpiente.
Cumplir con la Constitución para recuperar la moneda.
Como se vio en la cita que acompaña a este capítulo, el empresario Henry Ford decía que «el fracaso es una oportunidad para empezar otra vez, pero con más inteligencia». Esto es lo que debemos hacer los argentinos si pretendemos recuperar la moneda nacional. Para esto se necesita crear una nueva institución monetaria. Un nuevo Banco Central con reglas que aseguren la estabilidad monetaria y la libre convertibilidad de la moneda nacional.
Un primer paso en esta dirección consiste en cumplir con la Constitución Nacional (CN). La CN en su artículo 75 inciso 6 dispuso que le corresponde al Congreso Nacional «establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda…». Esto debería ser aprovechado como una oportunidad para cumplir con la CN y crear una nueva institución monetaria.
Las reglas de funcionamiento del Banco Central y de la moneda no deberían ser materia delegada al Poder Ejecutivo Nacional
El artículo 75 inciso 11 de la CN dispuso que corresponde al Congreso «hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras; y adoptar un sistema uniforme de pesos y medidas para toda la Nación». El cumplimiento de este artículo debería ser aprovechado para establecer reglas que impidan al Poder Ejecutivo y al Banco Central alterar la libre convertibilidad de la moneda. El Congreso Nacional debería ser quien prohíba al Poder Ejecutivo y al Banco Central establecer este tipo de medidas, fijando de manera expresa su prohibición en la nueva Carta Orgánica del Banco Central.
A nuestro juicio, las reglas de funcionamiento del Banco Central y de la moneda no deberían ser materia delegada al Poder Ejecutivo Nacional. El artículo 76 de la CN «…prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación que el Congreso establezca…». Esto implicaría que, una vez establecida la nueva Carta Orgánica del Banco Central fijando los objetivos e instrumentos de la política monetaria, así como la independencia y autonomía del BCRA, cualquier modificación ulterior de esas reglas debería necesariamente requerir la aprobación del Congreso Nacional. Incluyendo la aplicación de controles de cambios, que deberían estar prohibidos por la propia Carta Orgánica.
Si se miran las medidas más extremas tomadas en materia monetaria y cambiaria a lo largo de nuestra historia, se llega a la conclusión que hay muy pocas que hayan contado con aprobación parlamentaria previa.
Este conjunto de principios y leyes implica que solo puede ser el Congreso Nacional el que fije las pautas y las normas con las que se construye la moneda nacional. Esa debe ser la oportunidad de cumplir con la Constitución Nacional y crear un nuevo Banco Central con reglas de funcionamiento que permitan asegurar la consolidación de una nueva moneda en el largo plazo.
Esas reglas deben estar basadas en principios, objetivos e instrumentos que posibiliten al nuevo Banco Central cumplir con su misión primaria y fundamental que no debe ser otra que velar por la defensa del valor de la moneda.ç
Fuente: Infoabe
Luciano Laspina aseguró que la devaluación del tipo de cambio oficial “ya no tiene peso”
Luciano Laspina aseguró que la devaluación del tipo de cambio oficial “ya no tiene peso”
El referente económico de Patricia Bullrich analizó las tensiones cambiarias de la última semana, y cuestionó las medidas del Frente de Todos.
El diputado Luciano Laspina, referente económico de Patricia Bullrich, aseguró este viernes, en LN+, que la devaluación del tipo de cambio oficial, en medio de la tensión cambiaria de esta semana, ya no tiene importancia. Señaló que se trata de un dólar al que la mayoría de los argentinos no accede y tampoco los importadores. “Al Gobierno se le fue de las manos la situación”, afirmó.
Invitado al programa +Nación, conducido por José Del Rio, Laspina expresó relativizó el impacto que puede tener una devaluación en el mercado de cambios autorizado por el Gobierno, hoy a $228,50. “Tiene que tomar medidas que son difíciles para recuperar el control”, expresó el legislador.
“La devaluación del oficial pasa a ser un dato que tiene menor peso porque es un dólar inalcanzable para los argentinos, en particular para los importadores. La referencia es el dólar paralelo y por eso ha habido una gran aceleración de precios en los últimos días con la disparada del 20% que ha ocurrido”, indicó.
En este sentido, el referente aseveró que el ministro de Economía, Sergio Massa, asumió con una estrategia de “estirar la mecha” todo lo que se pueda, pero recalcó que “no ha salido bien”, a la luz de los últimos acontecimientos. “En los próximos meses la situación no va a mejorar y puede ser traumática”, dijo.
Así, rechazó que un eventual gobierno opositor asuma con una agenda de recorte del gasto público profunda. “El ajuste es ahora. Lo tenemos hace diez años con una economía que no crece y que ha caído 13% en términos reales en los últimos diez años, en términos per cápita, que tenemos una inflación de dos dígitos mensual”.
Y añadió: “Se está produciendo una implosión del modelo populista que lleva más de 20 años, y por lo tanto la gente está pidiendo hoy estabilidad”.
Economía bimonetaria
El economista de Patricia Bullrich sostuvo que hacia delante se debe aceptar que la economía argentina es “bimonetaria”, y señaló que se deben tomar medidas para avanzar reducir el déficit fiscal y recuperar la confianza en la moneda nacional.
“Tenemos un régimen bimonetario de facto. Peso dólar. Hay que implementarlo porque eso va a agilizar la economía y tenemos que fortalecer la moneda nacional”, expresó. Y agregó: “Eso se hace equilibrando las cuentas públicas y reformando por ley las reglas de funcionamiento del Banco Central”. En otras palabras, pidió sacarle a la política “la máquina de imprimir billetes para desfinanciar el fisco”.
Laspina se refirió a la reciente decisión del Banco Central de subir la tasa de interés 10 puntos, una medida que va a implicar “emitir pesos por un billón de pesos por mes”, dijo. “Cada cinco meses duplicamos la cantidad de dinero base de la economía”. “La velocidad de incremento de la inflación es tremenda, la devaluación ya se está produciendo, la pregunta es cuándo se blanquea”, indicó.
El legislador opositor reparó en este sentido en la deuda que tiene el Banco Central contraída a partir de los pesos que le giró al Tesoro “por una ventanilla” y que “luego los sacaba por otra”. “Eso le genera un cheque de un billón de pesos por mes, una tasa del 140%. esa es la velocidad de crecimiento de esa deuda”, apuntó.
El referente de Patricia Bullrich no descartó que la suba de los precios pueda aumentar “a dos dígitos mensuales” en un plazo relativamente corto. Recalcó que el Gobierno “no para de emitir” porque “tiene un déficit descontrolado” y eso provoca que se esté destruyendo el peso. “Eso está generando una explosión inflacionaria”, advirtió.
Fuente: La Nación
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Presentación de libro: Desenredar la Argentina, de Luciano Laspina
Presentación de libro: Desenredar la Argentina, de Luciano Laspina
Vení a la presentación del libro «Desenredar la Argentina» de Luciano Laspina y descubrí las claves para recuperar el orden y el crecimiento
Cuándo y dónde
Fecha y hora
Empieza el mié., 12 de jul. de 2023 18:30 -03
Ubicación
Mitre 170, 170 Mitre Rosario, Santa Fe S2000
Presentación de libro: Desenredar la Argentina, de Luciano Laspina
Te invitamos a la presentación del libro «Desenredar la Argentina» del reconocido economista y Diputado Nacional, Luciano Laspina. Será una oportunidad única para sumergirte en un análisis profundo sobre la realidad económica de nuestro país y analizar las claves y reformas necesarias para recuperar el orden y el crecimiento.
Contaremos con la presencia del Economista y Diputado Nacional, Ricardo Lopez Murphy, como invitado especial.
El evento se llevará a cabo el miércoles 12 de julio de 2023 a las 18:30 horas en la Fundacion Libertad, Mitre 170, Rosario.
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Luciano Laspina: “Tenemos voluntad de cumplir con los compromisos, pero la capacidad de pago depende de lo que deje este gobierno”
Luciano Laspina: “Tenemos voluntad de cumplir con los compromisos, pero la capacidad de pago depende de lo que deje este gobierno”
El referente económico de Patricia Bullrich alerta sobre los riesgos del canje de deuda que lanzó Massa y advierte que la situación fiscal del país es “dramática”; anticipa el plan 2023.
Luciano Laspina, el referente económico de Patricia Bullrich, una de las presidenciables de Pro, cree que la Argentina necesita un cambio de régimen para salir de la profunda crisis financiera e inflacionaria. Pero le inquieta la herencia que dejará Sergio Massa: machaca con que la situación fiscal es “dramática” y alerta sobre el “creciente” endeudamiento público. Luego de que el ministro de Economía lanzara un canje de deuda por unos $7,5 billones, cuyos vencimientos se producirán en el período 2024-2025, Laspina advierte que, en caso de que la oposición gane los comicios, la capacidad de pago del próximo gobierno dependerá de lo que deje Massa “en términos fiscales y de deuda”. “La voluntad es cumplir con los compromisos, en la medida que tengamos capacidad de hacerlo”, avisa.
-¿Por qué el canje de deuda genera un “enorme riesgo” para el país?
-El problema de fondo es fiscal. La deuda es la consecuencia. Y la administración de la deuda son los manotazos de ahogado que va haciendo el gobierno para evitar el estrés financiero de un país quebrado. Ese estrés tuvo su epicentro en junio del año pasado, cuando el BCRA estuvo obligado a comprarse casi dos puntos del producto de títulos públicos para que no colapsara el precio de los bonos. Desde ese momento está con respirador artificial.
Eso ocurrió cuando faltaba más de un año y medio para el cambio de gobierno. Entonces la razón que llevó a eso no fue ninguna incertidumbre por lo que iba a pasar en los próximos seis meses, sino la percepción clara de que el gobierno había hecho una gran expansión fiscal en la pandemia, el “plan platita” del año electoral y un descontrol del gasto del primer semestre de 2022. Eso llevó a una crisis de solvencia. A partir de ahí, el Gobierno ha venido de canje en canje, tratando de administrar.
-¿El problema no es el canje?
Luciano Laspina, el referente económico de Patricia Bullrich, una de las presidenciables de Pro, cree que la Argentina necesita un cambio de régimen para salir de la profunda crisis financiera e inflacionaria. Pero le inquieta la herencia que dejará Sergio Massa: machaca con que la situación fiscal es “dramática” y alerta sobre el “creciente” endeudamiento público. Luego de que el ministro de Economía lanzara un canje de deuda por unos $7,5 billones, cuyos vencimientos se producirán en el período 2024-2025, Laspina advierte que, en caso de que la oposición gane los comicios, la capacidad de pago del próximo gobierno dependerá de lo que deje Massa “en términos fiscales y de deuda”. “La voluntad es cumplir con los compromisos, en la medida que tengamos capacidad de hacerlo”, avisa.
-¿Por qué el canje de deuda genera un “enorme riesgo” para el país?
-El problema de fondo es fiscal. La deuda es la consecuencia. Y la administración de la deuda son los manotazos de ahogado que va haciendo el gobierno para evitar el estrés financiero de un país quebrado. Ese estrés tuvo su epicentro en junio del año pasado, cuando el BCRA estuvo obligado a comprarse casi dos puntos del producto de títulos públicos para que no colapsara el precio de los bonos. Desde ese momento está con respirador artificial.
Eso ocurrió cuando faltaba más de un año y medio para el cambio de gobierno. Entonces la razón que llevó a eso no fue ninguna incertidumbre por lo que iba a pasar en los próximos seis meses, sino la percepción clara de que el gobierno había hecho una gran expansión fiscal en la pandemia, el “plan platita” del año electoral y un descontrol del gasto del primer semestre de 2022. Eso llevó a una crisis de solvencia. A partir de ahí, el Gobierno ha venido de canje en canje, tratando de administrar.
-¿El problema no es el canje?
-El problema no es el canje, sino de naturaleza fiscal. Cuando miramos los números de 2023, la meta con el Fondo se cumplió y fue de 2,4. Cuando sacamos ingresos extraordinarios o contables que aplicó el Gobierno en ese número, el déficit real se acerca más a 4 puntos del PBI. Estamos hablando del déficit primario (antes de intereses). Al 2,4 hay que sumarle medio punto generado por la artificialidad del dólar soja; una contabilización por arriba de la línea de la emisión de bonos CER, que fue 0,6 del PBI; y se pisaron subsidios por 0,2 del PBI a Cammesa. Y el gobierno aplicó un cambio en el régimen de anticipos de ganancias por otro 0,2 del PBI. Cuando sumamos todo eso da prácticamente 4 puntos del producto de déficit primario. Ese es el déficit inercial que deja para este año. A eso hay que sumarle un 0,42% del PBI, según la oficina de presupuesto del Congreso, que aprobaron con la moratoria reciente.
La situación fiscal es dramática y eso está generando la tensión con la deuda. Ahora dijimos que esto iba a pasar cuando discutimos el acuerdo con el FMI. En ese entonces anticipé en una entrevista con este diario que ese pacto nos iba a dejar una bomba de pesos y una aceleración inflacionaria. Eso ocurrió en junio pasado. Entonces, nuestra preocupación son las bombas que deja el gobierno, que se traducen en un endeudamiento creciente y cada vez más oneroso.
-¿Ustedes le avisaron al sistema financiero que van a patear o reperfilar esos bonos si ganan las elecciones?
-Nosotros tenemos una voluntad de cumplir con los compromisos. Ahora se necesitan dos condiciones: voluntad y capacidad de pago.
-¿No saben si podrán afrontarlo?
-Tenemos voluntad, ahora la capacidad de pago depende de lo que deje este Gobierno en términos fiscales y de deuda. La pregunta que uno debe hacerse es qué sacrificio les vamos a pedir a los argentinos para poder estar a la altura de todos los compromisos. Y esto es lo que venimos diciendo y les hemos dicho a los bancos, que son víctimas del Gobierno, no victimarios. Habría que pedirle a esta gestión entre todos -empresarios, oposición y sistema financiero- que empiece a hacer las correcciones que la Argentina necesita para salir de esta locura. No hemos dicho nada respecto de lo que haremos si nos toca ser gobierno, que dependerá mucho de las condiciones iniciales.
-Carlos Melconian dijo que el canje es un instrumento “genuino” y que se “va a usar 500 veces”. ¿Cómo hubieran resuelto ustedes esta encerrona financiera?
-Nuestra principal objeción no es el canje, sino el desastre fiscal que se está dejando. Este mercado está bajo estrés y eso empezó en junio del año pasado. Ese colapso fue por el descontrol fiscal del kirchnerismo que Massa no ha corregido, sino que más bien lo ha mantenido y profundizado. Con la moratoria de 0,4%, me animo a decir que el déficit inercial que va a dejar Massa será más grande que el que Guzmán dejó en el primer semestre.
-¿Massa necesitará otro canje antes del 10 de diciembre?
-Sí. Es la única herramienta de administración de pasivos que tiene. Son canjes muy onerosos en términos financieros para el Estado, con una tasa de interés de diez puntos, que es estratosférica y no existe en ninguna parte del mundo. Yo no le voy a dar instrucciones de qué debería hacer. Lo que le pido al Gobierno es que corrija lo fiscal. Aún en un año electoral, es lo que debería hacer un gobierno responsable. Y eso es precisamente lo que no están haciendo. Y medio punto del producto que aprobaron con aplausos refleja que el populismo terminal se quiere ir del gobierno tirando del mantel.
«Salir del cepo debe ser una prioridad desde el día cero; cuanto antes se haga, mejor»
-Ustedes quieren que Massa profundice el ajuste. ¿Eso implica devaluar para achicar la brecha cambiaria?
-Analicemos las bombas que deja el Gobierno: un déficit fiscal inercial en cuatro puntos; un déficit del Central que será otro tanto; una brecha cambiaria que, seguramente, va a estar arriba del 100% a fin de año; las tarifas súper atrasadas de vuelta; una pobreza del 40% y una inflación que estará arriba del 120%. Todos esos son los problemas que nos deja el Gobierno.
Ahora las soluciones las tendrán que buscar ellos. La primera es cortar de raíz el problema, que es un déficit fiscal y cuasifiscal que provoca una expansión monetaria descomunal y eso genera una brecha cambiaria, falta de dólares e inflación. Deben corregir las cuentas públicas.
-¿Cuánto más se puede sostener ese nivel de brecha?
-Es insostenible. Y solo se sostiene al costo de una recesión creciente.